Por: Bruna Garretón, atleta colaboradora SUDA.

¿Cómo hacemos para elegir una alimentación sustentable para nuestras aventuras al aire libre? (...) Revisando los principios de “No deje rastro” (NDR), vemos que la planificación previa a nuestra salida es CLAVE.

“Comer es un acto político” nos dice David Orr, “... y ecológico” suma Michael Pollan. Dos de mis autores favoritos en Sustentabilidad y Sistema Alimentario respectivamente. Lo que comemos, cómo lo producimos, con quién y dónde los comemos va a determinar en gran medida nuestro impacto en la Tierra y el futuro del planeta.

Dentro de las medidas y empoderamiento de alto impacto que podemos optar a nivel individual para disminuir nuestro impacto negativo en la crisis socioambiental, están las decisiones alimentarias. Al menos 3 veces al día, damos un voto a un sistema que nos permite poner esa comida en nuestro plato.

Foto por: Bruna Garretón.

La agricultura y producción silvoagropecuaria es responsable del uso de un 70 a un 90% del agua dulce, y utiliza cerca de un 40% de la tierra arable disponible. Además, genera hasta un 30% de emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global. Por ende, la gran mayoría del impacto de nuestra decisión alimentaria está determinada por la forma en que se produce nuestro alimento.

Preferir sistemas de producción más “ecoamigables”, como lo son la agroecología, agricultura regenerativa, permacultura, agricultura biodinámica, prácticas orgánicas y de comercio justo, entre muchas otras, es un aporte a la regeneración del sistema alimentario. Todas ellas, aunque en diferente proporción, disminuyen los impactos en los ecosistemas naturales por no contaminar el suelo ni las napas subterráneas con pesticidas, herbicidas y sustancias artificiales derivadas del uso de combustibles fósiles. También, tienen consideraciones por el respeto de la biodiversidad y el reciclaje de nutrientes, contribuyendo en muchos casos a secuestrar CO2 en los suelos, retornando a su característica natural de sumidero de carbono.

Ahora bien, si consideramos que a fines del 2020 el 80% de la población de latinoamérica vivirá en ciudades, el aumento de la distancia entre los centros de producción y los lugares de consumo final de los alimentos...suma un desafío adicional.

El transporte de los alimentos determina en gran medida su Huella de Carbono. Es decir: cuántas toneladas de CO2 equivalente (Gases de Efecto Invernadero GEI’s) se liberan a la atmósfera por producir ese alimento en particular. Consumir productos a contra estación (como sandías en invierno), es perjudicial si consideramos el transporte de esa sandía desde el otro hemisferio.

Tras el mensaje de “prefiere local” está la invitación a disminuir el impacto de nuestro alimentos por la disminución de la huella asociada al transporte.

Foto por: Bruna Garretón

Además, considerando los beneficios que tiene Chile respecto a la variedad de climas y geografía, somos afortunadas/os de contar con tanta variedad de alimentos durante todo el año en nuestro país.

Si de nuestro país se trata, Chile lidera el consumo de ultraprocesados en Sudamérica. El consumo de estos productos a nivel mundial ha aumentado en un 92% desde el año 2002. Un alimento ultraprocesado es aquel que contiene más de 5 ingredientes, tiene un alto nivel de transformación de sus constituyentes originales y en su elaboración se agregan gran cantidad de aditivos e ingredientes refinados. Esto no solo tiene impactos sobre la salud humana, sino que homogeneiza el paisaje alimentario global. Más del 50% de las calorías de nuestra dieta promedio global proviene de solo 4 cultivos principales: arroz, trigo, maíz y soya. Todos estos son producidos en forma industrial de monocultivos -grandes extensiones con solo una especie- lo cual necesita de muchos inputs externos para su equilibrio. Fertilizantes y controladores de plagas artificiales subsidian este sistema en equilibrio aparente, y frente al aumento de desastres naturales e impactos de todo tipo, tener una sola respuesta (especie) para tantas variables externas parece ser una solución muy poco inteligente.

Hoy en día, nuestro sistema alimentario global se compone de menos de 120 plantas y 4 especies animales. El origen de ⅔ de los cereales, legumbres, frutas y verduras pertenecen a centros de origen extranjeros, incluso en países como Chile con gran diversidad de cultivos autóctonos. La pérdida de variedades nativas constituye un deterioro gigantesco para el patrimonio de la biodiversidad genética del territorio. Junto a ello, no solo se pierden las variedades propias, sino que las prácticas culturales ancestrales de manejo para cultivarlas y toda una tradición arraigada en saberes de los pueblos que empobrecen nuestra soberanía alimentaria.

Y si pensamos en el final del sistema alimentario, hoy somos parte de un sistema lineal abierto, en el cual los residuos de una etapa no se re-incorporan como insumos en otras etapas, lo cual está lejos de asemejarse a un sistema circular en el cual nada sobra y no existen “excedentes” = basura. La gran cantidad de residuos que se generan debido al sistema alimentario nos pone en jaque, más aún en condiciones de pandemia en donde incluso en los mares hemos visto un aumento considerable de materiales desechables sanitarios. La revista científica Science lo dijo el 2016: al 2050 habrá más plástico que peces en el mar. El 80% de la carga ambiental de un producto se explica por una mala consideración en su fase de diseño, y es que el problema no es la materialidad, sino el para qué está hecho. Los residuos derivados de polimateriales (lo cual es imposible siquiera reciclar) y los desechables constituyen los principales desafíos de la gestión de residuos en la actualidad.

Finalmente, desde hace varios años la FAO nos alertó de la Pérdida y Desperdicio de Alimentos: ⅓ de la producción de alimentos a nivel mundial se pierde o desperdicia. Frente a esta situacióneste organismo y la OMS nos indican que el nivel de consumo promedio global de alimentos se encuentra por debajo del suministro disponible. Pensar que no hay alimento suficiente para alimentar a la población, es un mito. Perdemos ⅓ de este y existen problemas de desigualdad en la distribución del alimento.

Y bueno, entonces ¿qué comemos? y más complejo aún ¿cómo hacemos para elegir una alimentación sustentable para el aire libre?. Considerando TOOOODO lo anterior, y revisando los principios de “No deje rastro” (NDR), vemos que la planificación previa a nuestra salida es CLAVE.

Utilizar equipamiento adecuado, como botellas y envases reutilizables v/s desechables, nos ayudará a disminuir la generación de residuos, así como reducir los residuos que llevaremos a la salida, y su potencial de pérdida en el camino (por que se voló, se me cayó y no me di cuenta, etc). Podemos reembolsar productos que hayamos obtenido a granel y planificar adecuadamente las raciones según la actividad que realizaremos. Prefiramos alimentos naturales v/s ultraprocesados, así como alimentos estacionales y locales.

Mientras dure nuestra actividad al aire libre, todo aquello que llevemos, lo debemos regresar con nosotras/os para poder gestionar apropiadamente los residuos. Por ejemplo, los residuos orgánicos podemos vermicompostarlos a nuestro regreso y reutilizar el resto, a menos que el lugar disponga de un sistema de gestión de residuos como algunos parques de nuestro país disponen en su infraestructura principal.

Foto por: Bruna Garretón.

Dejar o enterrar residuos orgánicos es un grave error, pues independiente de la posibilidad de que estos restos se degraden (lo cual ocurre en condiciones de temperatura y humedad particulares y tiempos largos), estamos introduciendo un alimento ajeno al lugar, el cual puede atraer y causar problemas a la fauna, así como impactar los cursos de agua y generar problemas aguas abajo.

Finalmente, desde nuestras decisiones alimentarias diarias en nuestros hogares, podemos contínuamente aportar y empoderarnos en disminuir nuestro impacto socioambiental. Respetar la naturaleza y la vida silvestre es una decisión diaria, un hábito que es posible incorporar a través de nuestro plato todos los días. La invitación queda hecha. En las fotos les dejo ejemplos de algunas de mis elecciones alimentarias de escaladas y viajes al aire libre: envases reutilizables, productos agroecológicos, de origen vegetal...todos hechos por mí :)

Foto por: Francisco Muñoz.

Bruna Garretón.