Por Bruna Garretón
Créditos fotografías: Francisco Muñoz.
Si en realidad queremos tener la oportunidad de (re)visitar lugares que nos nazca querer preservar, debemos cuestionar nuestro actuar. No solo mientras dura nuestra visita, sino durante todo el resto del año, en nuestras decisiones y formas de relacionarnos.
En medio de esta pandemia, en donde quienes tenemos el privilegio de poder estar en casa teletrabajando o en aislamiento voluntario a veces soñamos con el regreso libre a la Naturaleza, quisiera dejar una reflexión para tan anhelado momento futuro.
En 1860, George Catlin (de los primeros en describir a los aborígenes de América del Norte) escribió:
“Buena parte de lo agreste y lo montaraz en la obra de la naturaleza está condenado a desaparecer ante las devastadoras manos del hombre. Así, entre las huestes de lo viviente hallamos a menudo nobles estampas o hermosos colores que suscitan nuestra admiración y ponemos empeño en preservarlos con su primitiva rusticidad”.
No podemos olvidar que lo que hoy nos tiene confinados, es lo que la ciencia nos dijo hace décadas: la crisis socioambiental traerá amenazas para la vida humana tal y como la conocemos hasta ahora. Pandemias, cambio climático, derretimiento de glaciares, cambios en los regímenes de precipitaciones, entre muchas más, parecieran ser “amenazas”, cuando en realidad, tal como nos lo dijo Catlin, la verdadera amenaza para la vida en la Tierra somos los seres humanos. Sin mencionar la desigualdad en comunidades y grupos vulnerables:nunca olvidar que estamos en una crisis SOCIOambiental.
Estamos en el Antropoceno, la era geológica en la que el ser humano dejó una huella imborrable sobre la faz de la Tierra. Y en este momento histórico, en medio de toda la incertidumbre por la crisis sanitaria del COVID19, tenemos la hermosa oportunidad obligatoria de pausa y reflexión profunda: ¿Realmente queremos regresar a los hábitos y conductas que nos trajeron hasta el presente? ¿Y si mejor co-habitamos en armonía con la Naturaleza?.
Este verano pude volver por séptima vez a escalar en Cochamó, Región de Los Lagos, Chile. La primera vez que subí a La Junta fue hace 20 años, en modo vacaciones familiares cuando los toboganes aún eran secretos. Mucho barro, aventuras, cruce de ríos, camping y caminatas por el bosque sureño. ¡Imposible olvidar mi primera sanguijuela! Siempre me maravilló la perfección de la naturaleza.
Hace 10 años fue la primera vez que escalé en Pared Seca y los sectores deportivos. En visitas posteriores, en medio de caminatas con peso para entrenar las piernas y aproximarme a sectores más altos vinieron las primeras escaladas en tradicional. Conocí el Valle del Trinidad, el Anfiteatro, Matelandia, el Cerro Arcoíris, di la vuelta larga por el Paso El León y crucé a Argentina. Siempre aprendiendo a observar, reconocer especies de flora y fauna, respetar el silencio para escuchar aves, la lluvia intensa, descansos en el bosque y observar las estrellas en las noches de fogón.
Durante estas sucesivas visitas al valle, he podido ver cómo ha cambiado la afluencia y comportamientos de visitantes. Pese al esfuerzo y organización de algunos dueños para poner capacidad de carga máxima y limitar el acceso, aún no entendemos que nuestra visita perturba negativamente a los habitantes. Y con habitantes me refiero a concones, ranitas, chucaos, peces, huillines, cóndores, alerces, helechos, coicopihues, arrieros y lugareños y cuidadores...
Lo que ocurre en Cochamó es un ejemplo a escala de nuestra relación con la Naturaleza; estamos recién (pre)ocupándonos de no dejar residuos, cuando en realidad el problema es mucho más sistémico y complejo.
Salirse del sendero, subir escuchando música a todo volúmen, gritarle a todo pulmón a tu cordada, dormir y acampar en lugares no establecidos, el uso que hacemos de los cuerpos de agua, realizar excursiones sin tomar en serio la preparación e información previa, no poner en práctica los principios de “no deje rastro”, y un laaaaargo etc, ponen de manifiesto nuestra real desconexión con los ecosistemas que permiten nuestra existencia.
Hasta hace algunos años, para comenzar el sendero había que caminar desde el puente. Hoy llegan varios buses al día hasta el inicio mismo del sendero. Cochamó es un destino mundial de escalada en roca, el “Yosemite chileno”, pero sin el ruidos de motores y urbe de su símil norteamericano. También sus apariciones en redes sociales, hacen que cada año más gente quiera ir a realizar los trekking de Cochamó y regresar con sus fotos propias en tan magnífico lugar. Durante Enero y Febrero, los campings llegan a su capacidad máxima con el peak de visitantes… ¿Y el resto del año? Seguramente la resiliencia de sus habitantes atenúa y se recuperan del impacto de la temporada alta.
La resiliencia ecosistémica planetaria se vincula con la capacidad de la Naturaleza de recuperarse y repararse año a año. De las definiciones más simples que existen de Naturaleza está mi preferida de Edward O. Wilson de 1984:
“La Naturaleza es la parte del medio ambiente original y de sus formas de vida que perdura después de sufrir el impacto de la acción humana. Abarca todo lo que en el planeta Tierra no tiene necesidad de nosotros y es autónomo”.
Si en realidad queremos tener la oportunidad de (re)visitar lugares que, como dice Catlin, inconscientemente nos nazca querer preservar, debemos cuestionar nuestro actuar. No solo mientras dura nuestra visita, sino durante todo el resto del año.
Todos los días, nuestras decisiones cotidianas de consumo, nuestro involucramiento con la comunidad que formamos parte, nuestra participación en la toma de decisiones, a quién entregamos nuestro dinero, las actividades que realizamos o dejamos de realizar, cómo y de qué nos alimentamos, qué industrias y modelos de desarrollo apoyamos, son todas algunas de las formas en las que marcamos nuestra huella en este mundo.
También podemos reflexionar respecto al cambio hoy tan necesario: cambiar la lógica EGOsistémica hacia un paradigma ECOsistémico, en donde el ser humano es parte de la red, y no dueño de los “recursos naturales”.
E. Wilson es claro y simple: la Tierra no tiene necesidad de nosotros. La vida en este planeta continuará de todas formas, y estamos en medio de una crisis mundial que nos entrega la opción de poder pensar y decidir si queremos continuar formando parte de la Naturaleza. La dominación ilusoria que nos trajo hasta el presente no da más. Toda civilización pasada que ha degradado el medioambiente se ha desmoronado. El ahuyentar a gritos a un Cóndor en pleno vuelo mientras escalamos una gran pared o recorremos un sendero de altura en Cochamó es señal de desconexión y una falta de respeto hacia nosotras/os mismas/os, pues formamos parte de la compleja trama que nos permite visitar lugares como el Valle de La Junta en Cochamó.
Hagamos las paces con nuestra naturaleza humana y en esta pausa obligada, dialoguemos colaborativamente en todos los espacios que nos sea posible, sobre el cómo decidiremos co-habitar cuando podamos volver a salir.
Es una invitación proactiva a empoderarnos en todo aquello que nos importe y que hemos detectado nos es esencial en estos momentos críticos. Involucrarnos activamente en nuestros entornos directos, y desde la reflexión profunda por la movilización interna de nuestros sentimientos, pasar a la acción.
La Naturaleza continúa. Entendamos que no la “visitamos” ni tampoco está allá afuera. Formamos parte y somos Naturaleza. Mal que mal, somos un ecosistema de microorganismos…
Queda abierta la invitación, ¡nos vemos en algún sendero!