A sólo 190 kilómetros de Santiago en la localidad de Los Molles, región de Valparaíso, se encuentra una excelente opción para amarrarse los bototos, sacar el bastón de trekking o subirse a la bicicleta y, junto con toda la familia, ir a ejercitarse a orillas del océano Pacífico. Estamos hablando del parque Puquén, que en quechua significa ballena y en Mapudungun se traduce como “piedra que ruge”. Su nombre se debe a una formación rocosa en un acantilado, que cuando recibe la ola expulsa un potente chorro de agua como si fuera el mismísimo espiráculo de una ballena, proporcionando un ruido fuerte y característico que no para de asombrar cada vez que se escucha.

Por Gabriela Espejo @wingsfromsouth

Esta reserva natural está abierta al público de lunes a domingo entre las 09:00 y 20:00 horas en época estival, y cuenta con bellísimos paisajes de acantilados, playas con piscinas naturales y zonas de fósiles. Es un área privada de aproximadamente 160 hectáreas que se extiende entre la región de Valparaíso y parte de la zona sur de la región de Coquimbo. Su ecosistema, clasificado como uno de los cinco mediterráneos del planeta, es considerado uno de los más ricos en biodiversidad de la zona central del país, siendo un real paraíso para recorrer y disfrutar por su riqueza natural tipo semidesértica con vegetación de matorral esclerófilo costero. Tiene cerca de un 70% de endemismo e incluso se han avistado pumas que son los únicos de la zona central de Chile registrados en un sitio costero.

La entrada al parque se encuentra al final de la calle el Lúcumo, donde se puede estacionar el auto al interior de los recintos de la reserva. Una vez que se paga la entrada ($2.000 adultos, $1.000 para la tercera edad y adolescentes entre 7-17 años y entrada liberada para niños menores a 7 años) le proporcionarán información en la caseta principal, así como las alternativas de actividades a realizar en sus dos senderos principales, todos muy bien señalizados y que por tanto los hacen ideal para no tener la preocupación de “perderse por el camino”.

El circuito clásico y más recomendado es el sendero que va paralelo a la costa en el cual se atraviesan varios miradores en acantilados con vistas impresionantes que bien valen la pena detenerse a disfrutar y que finaliza en un primer tramo cuando se llega al “Puquén” aproximadamente a 1 kilómetro de la entrada, lo que demora cerca de 30 minutos dependiendo de la velocidad con la cual se recorra. Siguiendo por este mismo sendero hacia el norte el siguiente tramo, que es más extenso (aproximadamente 2 kilómetros), toma cerca de 1,5 a 2 horas y nos permite bajar a dos playas; la primera que es pequeña, pero una de las más lindas, está en el cruce de “Mala Bajada” y la segunda, que está más hacia el norte del parque en el cruce “Maitencillo”, se caracteriza por tener una extensión mayor y estar cubierta de piedras negras.

Existe también un sendero interior que recomendamos tomarlo al regreso del circuito que realicen y que llega hasta la entrada del parque. Éste se puede tomar desde el cruce de “Mala Bajada”, en caso de que hayan llegado más al norte del parque y es llamado orejas de burro debido a unas elevaciones que reciben este nombre. En caso de que hallan llegado solo hasta “Puquén”, también pueden acceder al sendero interior como otra alternativa para disfrutar de la flora y fauna de la zona.

Independiente de los circuitos que se recorran, se pueden observar diversos tipos de aves, desde zorzales (Turdus falcklandii), codornices (Callipepla califórnica), yales (Phrygilus fruticeti), diucones (Xolmis pyrope), pitíos (Colaptes pitius), tencas (Mimus thenca), turcas (Pteropochos megapodius), tordos (Curaeus curaeus), picaflores chico (Sephanoides sephanoides), picaflores gigantes (Patagonia gigas), cachuditos (Anairetes parulus), mero grande (Agrionis lividus), jotes cabeza negra (Coragyps atratus), jotes de cabeza colorada (Cathartes aura), entre muchos otros y sobre el océano y roqueríos se pueden observar, por nombrar los más comunes, a los pelícanos (Pelecanus thagus), diferentes especies de gaviotas, cormoranes y piqueros (Sula variegata) que se reproducen en nidos construidos en abruptos acantilados y que están bien señalizados en una de las paradas; la “isla de las aves”.

Pero además de las aves, también se pueden identificar reptiles como el lagarto de zapallar (Liolaemus zapallarensis) que es endémico de esta zona y mamíferos marinos como chungungos (Lontra felina) y lobos marinos (Otaria flavescens) que podrán observar en la parada “isla los lobos”.

Otras especies que viven en esta reserva, y que han podido registrarse gracias a las cámaras trampa dispuestas en el parque, son zorros culpeos (Lycalopex culpaeus), zorros Chilla (Lycalopex griseus), cururos (Spalacopus cyanus), yacas (Thylamy elegans), ratón orejudo de Darwin (Phyllotis darwini), gato guiña (Leopardus guigna) y quiques (Galactis cuja) entre otros.

Recomendamos ir en cualquier estación del año, pero en primavera es cuando la flora y fauna explota en todo su esplendor, sobre todo cuando empiezan a llegar las aves migratorias a partir de octubre. Dado la belleza de esta reserva natural y su riqueza ecológica no se aceptan mascotas de ningún tipo ni alimentar a las aves o fauna del parque. Recomendamos también ir temprano para encontrarse con la menor cantidad de gente posible, ya que, en época estival, es bastante concurrido. Como en todas las recomendaciones para ejercitarse al aire libre, siempre llevar agua, algún snack, bloqueador solar y como se ha hecho habitual, llevar nuestra mascarilla.

Sin duda, este maravilloso lugar, es una oportunidad de realizar deportes al aire libre, insertos en un ecosistema único y maravilloso que nos llena de energía para seguir disfrutando de una vida sana junto a la familia.